domingo, 17 de enero de 2010

Subterranean Homesick Monster

Hacía ya varias noches que mi sueño se había visto perturbado por los constantes sonidos de lo que parecía provenir de mi inexistente sótano, lo cual me causaba cierto temor pero a la vez una sensación de euforia parecida al efecto del cristal, sabe por que... fue así que una de esas noches de invierno, me armé de valor, y me dirigí hacia el lugar donde mi sentido auditivo calibrado al nivel de un thundercat me indicaba. Avanzando precavidamente para no derramar un solo sorbo de mi caguama carta blanca, me di cuenta que en efecto, aquellos inexplicables esbozos de maldad parecían originarse en lo que dentro de la familia y allegados conociamos como... el submundo...

Cabe mencionar, que el submundo siempre se caracterizó por ser un lugar tranquilo donde reinaban valores como la paz, la armonía, el amor, la buena voluntad, la prosperidad, y todos esos detalles que hacen de este mundo un lugar gracioso.

Nunca volvió a ser lo mismo desde aquel macabro sábado, en el que por azares del destino me vi obligado a pistear sólo en mi casa por despecho hacia lo humanidad y hacia todo lo que me recordara a paquito chapoy... total que llegué bien fiera...

Lo que ví en aquella ocasión fue algo sorprendente, jamás imagine que algo así le pudiera pasar a un humilde campesino de la San Benito como yo. Se que muchos de ustedes estan chavos y no saben que tranza, pero yo trabaje muchos años en la Canaca y vi muchas cosas, pero nada como esto.

Nunca olvidaré la esquiva mirada de aquella criatura, solo comparable con la mirada de un Cat Face enfurecido tras la demora de alcohol en sus venas. fueron varios mis intentos por entablar comunicación con aquel ente capaz de inhalar... algo... de una lámpara de mano, pero pese a mis prolongados estudios en portugues, me fue imposible hacer que el monstruo del submundo me obedeciera y se alejara de mi propiedad.


Fue entonces que pense, "si yo fuera un montruo amante del hardcore y del jiu-jitsu brasileño , que me gustaría que me dieran?"... claro! comida!

Rapidamente tomé mi celular Sony Anderson AK-47 y ordené una docena de cadeveres haitianos, al momento que exhalaba un poco de humo de mi puro. El helicoptero llegó justo cuando me disponía a sacar la siguiente ronda de cheves, pero Olaf, como la criatura me había confesado le gustaba ser llamado, insistió en botanear algo antes de continuar con nuestra charla de chicos guapos en la secundaria.

Después del aperitivo nocturno, la noche continuó en el mismo tenor, pero se escabulló rapidamente entre risas, lagrimas y varios juegos de twister candente. Sin duda una experiencia que quedará en mi memoria por lo menos otras dos semanas, pero de algo estoy seguro, que malos saben los haitianos.